Luego de unas aparentemente tranquilas vacaciones, a Enrique Peña Nieto le ha dado por hacer discursos que tratan de justificar sus irracionales políticas, ante auditorios inexistentes o a modo. Lo mismo ante las cámaras de televisión que lo aceptan sin chistar o delante de enfermeras seleccionadas para no molestarlo.

Apunta bien Esteban Illades (Milenio, 6 de enero), el ocupante de Los Pinos desde que llegó a su puesto no ha permitido que lo cuestionen, y cuando ocurrió fue en Canadá o en la torpe visita de Donald Trump, y gracias al imprudente empresario. Por lo tanto, no hay diálogo desde hace cuatro años entre el ejecutivo y los medios, salvo cuando le da la gana invitar a un incondicional.

En ese panorama, Peña Nieto hace una serie de afirmaciones que no tienen nada que ver con la realidad. Una sola entre muchas. Se aumenta la gasolina para no dilapidar un billón de pesos como hizo el nefasto de Felipe Calderón en su sexenio para favorecer al 40 por ciento de quienes consumen dicho carburante, la clase media y alta. De haberse realizado el aumento del combustible, se podrían haber creado más escuelas, universidades y empleos, señaló Enrique.

Pero la realidad es que este sexenio al cual le quedan menos de dos años, no ha sido inversor en esos rubros, menos aún en salarios dignos, apoyo al campo, a la ciencia y la tecnología, ni siquiera al medio ambiente, ya que en la Ciudad de México estuvimos en precontingencia debido a los malos humos de la atmósfera, no obstante que hay un cerco a muchas gasolineras.

Por lo tanto, el gasto público se ha ido a favorecer los negocios de pocos, los sueldos y prebendas de la clase política y la defensa de grupos empresariales e inversionistas, no para impulsar el desarrollo nacional. Por lo tanto, ya basta de la cháchara presidencial. Lo que se necesita es un pacto de la sociedad con los grupos que desean un cambio y no el estancamiento que hemos tenido desde hace 30 años.

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