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El discurso vacío y frívolo

 

Fue un día de Octubre, 31 para ser exacto. Hace diez años. La orden  estaba dada. Fueron por él. La acción es calificada. Pareciera un filme digno de la estatuilla de oro. Y es eficaz. 19  disparos 9 mm, consiguen el objetivo. Lo cazan en su domicilio, frente a su hija. Le quitan cual dioses, la vida.  José Antonio Camarena Serna, director del Cereso de Mazatlán. Policías municipales, de tránsito, ministeriales de reacción con funciones ilegales de prevención del delito y policías ministeriales de investigación. Policías federales y hasta elementos de nuestro ejército de la tercera región militar, en el lugar de los infames hechos. Los agresores, aún tanta autoridad en las calles,  como casi siempre, huyen. Se ríen, como en este y en otros casos similares. Festejan su falta de castigo. Y su cobro. Qué vida. Ganarse la vida, quitándola.

Tan reprobable hecho como tantos otros que se pierden en la memoria y en el discurso vacío y frívolo, y entre homicidios, fugas y motines como el de Topo Chico en Nuevo León, denotan la hondura del fenómeno penitenciario, en Sinaloa y en México. Comunidades trasmuros donde pretendemos esconder nuestra conciencia y nuestros miedos. Comunidades de hombres y mujeres en desgracia, donde la ciencia, el derecho y sus disciplinas penales, criminológicas y de política criminal, se unen en  dos puntos: Empirismo ocurrente y deshumanización. Infamias. Improvisación. Corrupción mayúscula. Impremeditación y empirismo. El hacinamiento es enorme. Adictos,  convencionales delincuentes y otros de alta jerarquía criminal, cohabitan con otros, menos convencionales.

Desde los púlpitos públicos, se ha sembrado una cultura retributiva. Daño y el más que se pueda y si se pudre en la cárcel mejor, a la persona que comete un delito. Quien es autor o partícipe de un hecho punitivo,  como a los leprosos de la época de Cristo,  proscritos sociales, como escoria de la comunidad. Como estorbos humanos en quienes debe caer siempre y para siempre el filo y mientras más filoso mejor, de la espada de la justicia penal. El hombre en conflicto con la ley penal, de acuerdo con el artículo 18 constitucional, tratados internacionales y derechos fundamentales tutelados en ambos instrumentos jurídicos substantivos, obligan a un tratamiento y una segunda oportunidad de vida. La praxis penitenciaria, evidencia una patología pública crónica, como en toda la cadena de seguridad pública. Soldados y ahora policía con mando único, la quimérica solución. Nada más alejado de la verdad y de la ciencia.

El estado tiene una visión filosófica exaltada, del fenómeno delictivo. Readaptación y reinserción social. Los gobiernos sucesivosque deben ejecutar esta visión y quienes los encarnan y la sociedad, tienen una visión equivoca: castigo, represión eminentemente retributiva.Si somos en verdad cultura y civilización. Si ciertamente queremos de fondo atender y resolver la diversidad de planteamientos penitenciarios de nuestra actualidad, hombre que nos cuesta levantar la mira y mirar hacia suertes más elevadas. Consideremos a los mexicanos delincuentes, como sinaloenses (estamos en las prisiones de todos los estados del país, también internacionalmente), inmersos en un dramático momento de su vida, que bajo tratamiento apto, y cumplimiento de programas intensivos de prevención social del delito,  una buena mayoría de ellos, podemos crearles condiciones morales y espirituales (ojo gobiernos, sociedad, clubes de servicios, universidades,  tecnológicos, caritas, católicos y cristianos), que les permita levantar su caída, iniciar el camino correcto dejando el torcido, con el reconocimiento de sus errores y puedan demostrar que están listos, para reinsertarse en su grupo social.

El sistema penal mexicano de facto, es irracionalmente represivo y de castigo. La brújula está perdida. La justicia penal en México, es injusta.Tras los muros de las prisiones mexicanas, dolor y tragedia, deshumanización y abandono, continuarán. Cárceles y prisiones, donde la piedad de los hombres pregonada los domingos en sus templos, no llega a los que están sepultados, vivos, por otros hombres que en nombre de la ley y de la justicia, esperan que solo obtengan la libertad, cuando salgan dentro de un féretro.

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