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Del TAV México-Querétaro y la L-12

. Y la crónica de una cita cecehachera

Cuando en aquellos días del primer año de la década de los 70 del siglo pasado nos aprestábamos a inaugurar el plantel Naucalpan del Colegio de Ciencias y Humanidades, México transitaba por ámbitos de la impunidad presidencial y se rompían esquemas. Próxima estaba una Reforma Política que daría pauta a que personajes de la oposición dizque clandestina y de la guerrilla urbana llegaran al Congreso de la Unión.

Nuestros maestros habían sido activistas, en su mayoría, del movimiento estudiantil de 1968 y oteaban horizontes de superación profesional. Por supuesto no eran priistas ni panistas, al menos no públicamente. Y en esos días nadie hablaba de acceso a la información pública, aunque se mantenía la bandera de demanda de libertad de expresión.

Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez eran los personajes ejemplares del presidencialismo imperial y, aunque desde la incipiente oposición panista se demandaba claridad y rendición de cuentas, cuestionándose la honradez de los servidores públicos, estaba lejana la fecha en que se abogaría por una Comisión Nacional Anticorrupción y nadie de imaginaría un Instituto Nacional Electoral y mucho menos el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, menos el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos.

Díaz Ordaz había sido sometido por un grupo de poder fáctico encabezado por Luis Echeverría Álvarez, quien luego asumió la Presidencia de la República; una de las lecciones que dio a estudiantes e integrantes de su equipo fue en el sentido de que en el país nada se movía sin su visto bueno.

Desbarrancó los sueños presidenciales de Alfonso Martínez Domínguez, obligándolo a renunciar a la regencia del Departamento del Distrito Federal, bajo la sospecha de haber ordenado el asesinato de estudiantes en la represión de la marcha del 10 de junio de 1971, en la zona de la Normal Superior y el Casco de Santo Tomás.

Y nadie pidió cuentas a Echeverría, en ese momento. Debieron pasar tres décadas para que, personajes beneficiados por la amnistía y otros que en su tiempo fueron connotados priistas, lo llamaran a cuentas y enjuiciaran legalmente por delitos de lesa humanidad.

En aquellos días, los colegas David Tarango, Jorge Cázares, Daniel Benítez, Óscar Segura, Jorge Tamayo, Francisco Canalizo, Joaquín Ulloa, Alfredo Pantoja, Manuel Ávila y otros compañeros cecehacheros jugábamos futbol americano en el equipo Leñadores de Naucalpan. Y no nos enterábamos de los entretelones de esos juegos perversos del poder político porque no había acceso a la información pública y la inmensa mayoría de los medios de comunicación atendían órdenes palaciegas para pintar un México democrático, sin complicaciones y de abierta participación social, hasta que en septiembre de 1971 les sonó el campanazo del Festival de Avándaro y entonces comenzó un proceso soterrado de prohibición de actos de esa naturaleza.

Usted se preguntará qué demonios tiene que ver la primera generación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México y lo que ocurre con el caso del Tren de Alta Velocidad México-Querétaro y la Línea 12 del Metro.

Bueno, pues que quienes resultaron beneficiados de la amnistía en el sexenio de Luis Echeverría y luego la Reforma Política de 1977 en la administración de José López Portillo, son herederos e incluso protagonistas de ese México que no se ha ido, porque la tozuda historia de corrupciones y opacidades ocurre ahora con éstos personajes de la dizque izquierda perredista y encauzada hacia el Movimiento de Regeneración Nacional (a) Morena.

Los cecehacheros, finalmente, somos parte de esa generación testigo del cambio de carriles de izquierda, derecha y centro, de la opacidad y la corrupción gubernamental y partidista, de la perversidad de los prohombres de la honestidad valiente y la ciudad de México como rehén de intereses que apuestan a la eternidad en el poder, aunque sea tras el trono.

Veamos un ejemplo de un proyecto con firma priista y otro con la huella del perredismo que en 1997 llegó al gobierno de la Ciudad de México con personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubon, cuyos manejos presupuestales están bajo sospecha delictiva, especialmente en el caso de los dos últimos.

Andrés Manuel encriptó el gasto de los segundos pisos, dizque por razones de seguridad nacional; Ebrard ha hecho cínico mutis con el robo en despoblado que se significó en la construcción de la Línea 12 del Metro. El linchamiento contra el secretario de Comunicaciones y Transportes ha estado en todo su nivel por aquel asunto del Tren de Alta Velocidad (TAV), mientras que por el asunto de la L-12 han pagado los platos rotos funcionarios de segundo nivel, pero al joven Marcelo no lo han tocado ni siquiera con una hoja de averiguación previa.

Mire usted el comparativo del Tren de Alta Velocidad México-Querétaro y Línea 12 del Metro. A saber.

–Mientras el procedimiento de adjudicación del Tren de Alta Velocidad México- Querétaro (TAV) fue una licitación pública internacional, la de la línea 12 del metro (L-12) fue licitación de la obra civil y adjudicación directa para el material rodante.

–Las medidas de transparencia, en el TAV fueron publicación en Compranet, testigo social, evaluación independiente de ofertas y auditor externo. La L-12 sólo Compranet.

–La información de la adjudicación en el TAV es pública; en la L-12 es reservada.

–Los derechos sobre el material rodante en el TAV son la propiedad de los mismos. En la L-12 se contrató por el uso (arrendamiento).

–En el TAV la responsabilidad del contratista es integral; en el caso de la L-12 es fragmentada.

–Las pruebas extendidas  en el TAV son por un período de 5 años; en la L-12 no hubo.

–El Precio por kilómetro del TAV es de 205 millones de pesos; en la L-12 es de mil 538 millones de pesos.

–La línea de crédito en el TAV es de 85% del valor con una tasa de 3.22% fijo anual a 20 años, mientras este rubro en la L-12 no está incluido.

¿Y qué de Marcelo, quién lo protege? ¿Impunidad sobre el escándalo que afecta al equipo presidencial? ¡Caray! Los que antes demandaban transparencia se volvieron opacos y cínicos. La estridencia. Digo.

LUNES. El tema del CCH viene a colación porque el sábado último volvió la nostalgia en un ágape en Casa Camacho a la que asistió la banda cecehachera de Naucalpan y de Vallejo, con las amigas Vicky Herrera, Lourdes Macrina Carbajal, Luz María Martínez y María Eugenia Álvarez junto con los colegas antes citados y Héctor Rivera, Germán Barrón Sámano y Manuel Bastida. Un vistazo a los días que no se han ido y la experiencia compartida, las preguntas respecto del actual régimen y las culpas que no se comparten porque sólo se atribuyen. Una reunión de amigos y compadres, del suspiro por los pantalones acampanados y la greña y Avándaro y las música melosa en contraste con la de Janis Joplin y otros etcéteras. Por supuesto, dirían los clásicos de sociales, por ahí saludamos a Lourdes M. Canalizo, Cristina A. de Ulloa, Laura Tamayo, Liliana Cisneros, Ricardo Martínez y Chrystian Lujano. Y, bueno, nos leemos el lunes 5 de enero de 2015. Sean felices y rómpanle el espinazo a la adversidad. Exitoso 2015. Conste.

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