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El País empezó a tronar

(A Juan Ernesto Millán Pietsch, que con el gen de la política en la sangre,  concibe y construye con su propio esfuerzo, la diferencia cualitativa, del valor de su generación. Sobresale de lo que hay, como una excepción ilustre).

Pareciera que los males del país, son de siglos. Para muchos, no falta razón de darlo por sentado, como verdad. Contribuye asertivamente, un sistema convertido en todo un galimatías donde abundan los defectos, conducido sucesivamente por hombres, que desde lo público,  han dicho representar a las clases sociales vitales. Una de dos. Mentira democrática, es decir, demagogia, o culto de la incompetencia.

La terrible realidad que vivimos, coteja con el sentir mayoritario, que tiene la sangre social en hervor. En todo este proceso, abundaron los advenedizos. Con todos sus defectos y presunciones de la tecnocracia financiera que hoy domina el mundo, arriban al poder público en México. Imponen el credo de la globalización y liberalismo económico, desplazando la ciencia y arte político. El resultado,  la realidad que vivimos.

Dinero, por encima de la persona. El valor financiero y material, por encima del valor humanidad. La cultura de siglos, se convirtió en economía.  La gente, los hombres y mujeres, sumidos en su mayoría, en  pobreza que avergüenza. Medidos en tanto tienes, tanto vales. Cantidad material, por calidad humana. La dignidad, las aptitudes cualitativas de las personas,  a la  basura. El dinero, es lo que cuenta.

Así se han construido las neo sociedades, entre ellas la nuestra. La vida, antes valor social supremo, nada o poco vale. Se priva de la vida, sin escozor alguno. Como la industria de guerra, a menor escala, privar de la vida, es fuente de trabajo, remunerativo. Por el motivo que sea,  gobiernos, sociedad con sus sectores dirigentes, en esta maraña axiológica, con responsabilidad por acción, o por omisión, o comisión por omisión. Con la misma cobija, nos tapamos ojos y conciencia.

El País empezó a tronar. Atrás, queda el gran trabajo político de las generaciones que innovaron instituciones públicas, de gran contenido y avance social, jurídicamente establecidas. La constitución les da vida, en 136 artículos, como fruto de la revolución mexicana.

Tenemos hoy, una Carta Magna modificada en sus 136 artículos garantistas, para permitir el regreso de privilegios, de la aristocracia financiera.

El movimiento global e instantáneo de la información, de donde  destacan las redes sociales, nos lleva a ser hoy más conscientes, de este estado de cosas, fuente del  sufrimiento que hay y que desafía a los nuevos dirigentes políticos y líderes de los sectores sociales, a replantear objeto y objetivos, de gobiernos y sus programas.

Vocación política y humana, deberán armonizarse con eficiencia e integridad, en los nuevos valores políticos, que dé cuenta, de la pobreza que acumula cada vez mayor número de personas, que viven en la miseria o que no conocen otra cosa, que angustia y explotación.

Las injusticias robustas por la crisis de las obscenidades gubernamentales, aun habiendo instituciones que dicen procurar lo contrario, solo han provocado la crisis moral de las estructuras públicas, que pueden parecer  imposibles de extirpar del mundo complejo en que vivimos. Sin embargo, también es posible dar cuenta, con hombres públicos superiores, sobre todo, jóvenes políticos de éxito, el Hombre de Atlacomulco ya está en la Cima, cuyas cualidades y valores individuales, eviten la catástrofe y nos pongan de nuevo, en la orientación original de nación.

En México, si se sigue actuado del mismo modo, no saldrá de la crisis que ya tiene media centuria.  No se puede permanecer en lo mismo o ir hacia adelante, a toda costa, a cualquier precio o en cualquier dirección, sin plantearse con talento y con inteligencia, el tema de la conducta ética en el comportamiento humano en los asuntos públicos, cuyo contenido, debe  imponer los cambios cualitativos, dentro de la administración pública.

La crisis política actual,  golpea  nuestro país entero. Parece no haber  horizontes de esperanza. En nuestro tiempo,  lo que más despierta admiración, es el éxito. Que más, si este se basa en la decencia  y en lo justo. En la eficiencia, en el honor y la rectitud. Por inicuo que sea un hombre o su grupo social, siempre reverenciará la razón y la justicia. En la razón y la justicia, se encontrará el camino. Es por eso, que debemos tolerar la crítica, aunque no sea agradable, porque es necesaria, para la luz en el sendero.

 

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