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CCH Naucalpan

Moisés Sánchez Limón

Hoy dejo de lado el tema político y atiendo al social, el personal que demanda atención, al que pocos dan espacio por considerarlo, quizá, del ámbito privado y se niegan a airear públicamente. Es algo como decir: soy cursi, pero en confianza, no lo confieso al aire y menos lo asumo en las redes. En fin.

Y usted se preguntará qué de esa cabeza CCH Naucalpan.

Bueno, pues la que pudiera ser marca de grupo, de moda, de casa y de providencia retrospectiva, son las siglas del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, plantel Naucalpan, que, me cuentan, al paso del tiempo ha perdido la esencia académica que le dio luz, la prospectiva social que nació de aquellos años convulsos del mundo universitario mexicano, los de 1968, como una opción incluyente, tolerante, demócrata y de absoluta libertad de cátedra.

Resulta que el sábado último celebramos los 60 años –no del CCH, porque apenas surca los 43—de David Tarango, integrante de la primera generación de quienes inauguramos el plantel Naucalpan, cuando era toda una proeza ir a estudiar a esa que fue nuestra casa por tres años.

¡Ah!, esos días del trayecto desde la estación del Metro Tacuba y hasta Naucalpan en esos guajolojets de la línea Huixquilucan-Naucalpan-Armas-El Molinito y anexas. Pero de pronto aparecía David con su boggie amarillo y nos trepábamos en éste como piezas de un escaparate móvil, incluso –¿recuerdas David?—cuando no cabía nada más El Célula se atrevió a proponer viajar en la defensa. ¡Sopas!

Son, aquéllos, los tiempos idos uno de esos ejemplos de lo que fue y puede ser, de lo que comenzó como un experimento educativo y se frenó por circunstancias políticas, al grado de reducir los turnos de clase y, con ello, la capacidad de dar espacio a más muchachos en edad preparatoriana. ¿De quién fue la culpa? ¿De quién o quiénes las decisiones? Allá ellos.

Lo interesante, y materia de este artículo, es el cumple de David. Pretexto para reunir a quienes pensamos diferente pero somos coincidentes en algo elemental que es el amor, la amistad, la relación humana y la consecuencia de haber estudiado en el CCH que nos enseñó precisamente a ser mejores seres humanos.

Así llegamos a la cita para celebrar los 60 de David, con esa displicencia por las formas, porque al final de cuentas somos como nos prepararon maestros de la talla de Manuel “Topeka”, en los asuntos de la lectura y la redacción, y quienes nos enseñaron historia, matemáticas y estadística, psicología y física y química.

Dirá usted que ésta pareciera columna de sociales. Es posible. Pero, dígame cuándo tiene usted esa posibilidad de reencontrarse con los amigos de la prepa, los que hoy como David tienen una familia cordial que los arropa, sus hijas Mónica, Shariem, Joanna y Karina, y los yernos Chrystian Lujano, Juan Carlos Massud y Ricardo Martínez, que no imaginó tener pero que el sábado lo celebraron como el suegro de oro.

Celebración social, reencuentro con los amigos ceceacheros del equipo de fut americano, Los Leñadores de Naucalpan, con el coach que tiene apellidos de bardo, Ramón Gálvez y Gutiérrez. Y el matrimonio de Jorge “El Chivo” Cázares Castillo y la doctora Vicky Herrera, Joaquín Ulloa y Manuel Ávila, Jorge Tamayo y Germán Barrón Sámano.

Y los colegas del CCH Vallejo, que igual son jóvenes de corazón y el sábado bailaron al ritmo de la música disco, aunque son igual que nosotros de la época de los Villis, digo: María de la Luz Martínez, Héctor Arturo Rivera, Laura Marroquín, Lourdes Carbajal y las herederas Elissa Castañeda y su galán Ernesto Escobar, Ramzdi y Jessy Carbajal.

¡Ah! Vaya velada de los tiempos idos y los recientes y las ganas de seguir de frente con los amigos, los colegas, los que se incorporan, las nuevas generaciones y, por siempre, pese a estos “cambios” en el sistema educativo universitario, los chavos del CCH Naucalpan, la primera generación, los que abrieron paso, los que dieron pautas. Cómo dejar en el archivo un encuentro para celebrar la sexta década de David y la que se avecina de Jorge Cázares y las que vienen.

Con mixiotes y barbacoa escanciada con whisky, tequila, vino y cerveza y los abrazos y las sonrisas. Qué se le puede pedir a la vida que no sea saberse vivo y parte de este grupo de amigos que somos los ceceacheros tolerantes, incluyentes, demócratas y, sobre todo, seres humanos de gran valor. Cada quien desde su trinchera, cada cual con sus creencias y convicciones. Cada cual como el amigo de ayer y de hoy. Y los que faltaron, ya llegarán en breve. Digo.

LUNES. Por eso, simplemente por eso, por su falta de unidad, de respeto, de democracia doméstica, la izquierda está como está. ¿Cuauhtémoc líder del PRD? ¿Andrés Manuel jerarca de la izquierda sectaria? Conste.

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