plazoleta

Necesitamos un Héroe.

José Antonio Figueroa Lee.

 

Tiene apenas 18 meses de 72, ocupando la Silla más codiciada de México. Se le ve, a año y seis meses, un rostro distinto, muy diferente a aquel primero de diciembre, cuando se cruza por vez primera, la Banda Presidencial de lado a lado, en su torso. Una pequeña figura, que se agiganta. Un alma que se agranda. Un espíritu que se acrecienta.

No hay comparación, al memorable 26 de Febrero del 2013. La detención de la otrora Intocable Líder del Magisterio Nacional. Día en que afirma, temprano, su poder político antes las élites. Esas minorías selectas, que después de Lázaro Cárdenas a la fecha, hacen que el Estado tenga uno u otro proceder, la mayor parte de las veces errático, a los fines del propio estado.

Hoy ese semblante, nada que ver, con aquella imagen triunfante, en la gira exitosa ante la Comunidad Internacional. Exhibía en aquella ocasión ostensiblemente, los laureles obtenidos en la detención de personalidades conocidas de Hombres en Conflicto con la Ley Penal, que sus antecesores, a pesar que bañaron de sangre el país, no pudieron lograr.

Orgulloso, cincelaba en el mundo diplomático, imagen y esplendor en esos primeros meses, de un joven político que venía al rescate de su partido y de su Nación, en guerra consigo misma. Su Partido el PRI, que traicionando los derechos y libertades obtenidas en la otrora Venerable Revolución Mexicana y sus anhelos de justicia, había sido desplazado de la Presidencia de la República y de la Representatividad del Estado mexicano. Convertido en Estado Policía.

Al Hombre de Atlacomulco de Fabela, se le ve un rostro delgado. Lo facial, anticipa un manifiesto cansancio. Las canas, empiezan a ganar apresuradamente, tonalidad en las márgenes de la Pompa más publicitada. Poco tiempo, para verle tan drástico cambio. Quizás el Leviatán de Tomas Hobbes, con su poder descomunal, despierta. Luis Donaldo Colosio, fue el último embrionario retador.

La Gloria del Joven Estadista que se revelaba ante las entidades internacionales, de pronto empieza a ensombrecerse. Al interior de la Nación, las redes sociales que ganan espacios a los tradicionales medios de comunicación, reflejan auténticamente, la irritación nacional. Especialmente los jóvenes.

La juventud mexicana, expresa sin duda alguna, su descontento. La decepción juvenil, tiene su nido en el desempleo. En la ausencia de oportunidades reales de trabajo, de vida decorosa. Emigran cada vez más jóvenes fuera del país, en busca de alguna oportunidad laboral. Los que quedan, ven el crimen, como una opción tentadora. La desesperanza es clara. El enojo también. Enfocan en él, injustamente o no, como líder uno del País, su furor y desaliento. Hay que atenderlos.

Quizás a eso se deba, que la nación le ve en una actividad intensa por todo el País. Las pantallas televisivas llevan a los hogares mexicanos, a un Presidente que sin autoproclamarse Presidente Valiente, aparece arriba de un tractor o con sombrero entre los hombres del campo. O vestido de indígena. O con un casco de obrero en una fábrica o inmueble industrial. O en algunas instalaciones educativas. O en reuniones con pescadores. Un dinamismo presidencial, pero un gabinete, que se queda atrás.

En la economía, un crecimiento real económico, que tiende hacia el decrecimiento. Una sorpresiva y aleccionadora fuga de capitales hacia el país vecino, de treinta mil millones de dólares. Un millón anual de nuevos puestos laborales insatisfechos, para jóvenes en edad profesional, dificultan el verdadero cambio al desarrollo democrático.

Una reforma fiscal que deja de lado, urgente optimización cierta del Gasto Público que privilegie la actividad productiva y no el dispendio. Que la necesidad de más dinero, se satisface con el que la gente compra la comida en los hogares mexicanos, y con el que sobreviven las pequeñas y medianas empresas, que ven cómo se cancela la oportunidad de mantenerse y cierran. El Tema de la Inseguridad, lo complica más.

Profundas meditaciones, seguramente le dirán, si pretende un tiempo nuevo, distinto y fresco en la política mexicana, que despierte admiración aquí y afuera, el sendero a transitar. Revalorar los modelos político y de gestión gubernamental. Vocaciones reales y eficiencia del servicio público, es el camino. Y urgente caminar en él.

Se necesita una profunda transformación de las instituciones públicas y del sistema. Un cambio cierto, innegable, en actitudes y cualidades de funcionarios y empleados públicos. En las estructuras. En sus leyes orgánicas. En sus procedimientos. Un espíritu público nacional revitalizado. Que se confié en los hombres públicos y en su palabra. Hay un verdadero desencanto con los políticos y lo que huela a gobierno. Se necesita, un impulso axiológico creíble, a la Administración nacional.

Un presidente líder, que convenza de su buena fe. Diestro. Apto. Brillantemente, con un nuevo evangelio político. Con una visión política de Mira Alta. Un estadista. Que revierta la centralización de la vida nacional. Que regenere el sistema político y regrese a los estados y municipios su soberanía y responsabilidades, para que rindan cuentas claras. Alcanzables a la ley y a la justicia. Un presidente y funcionarios, cercanos a la gente. Mortales. Que sean eficientes, honestos y honrados. ¿O vamos a seguir igual, hasta el fin de su administración?

Sin vacilaciones, necesitamos un Héroe, que termine con la pesadilla.

 

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