Moisés Sánchez Limón

Vamos por nuevos aires… entresemana

Cuando este martes al diputado presidente José González Morfín le preguntaron cómo daña a los partidos políticos y a las instituciones la situación de políticos de alto rango vinculados con el crimen organizado, respondió con una frase aleccionadora: “Lo que daña es la impunidad”.

Y es que esa impunidad ha sido modus operandi del sistema mexicano, cuyo gobierno pretende reinventarse cada seis años.

Justicieros de mano dura, porque los partidos operan con actos de contrición y pretenden ponerse a salvo de cualquier mala fama de sus militantes, más en tratándose de los militantes distinguidos, los de las ligas mayores, aquellos que han crecido bajo la sombra del poder político que lo mismo perdona que hace trizas famas y carreras.

Los expulsan y echan al olvido; la prisión ha sido un escarmiento, no en estricto sentido de justicia legal, empero.

Someter a juicio sumario al militante mal portado, ya porque se le comprobó, o se presume ser delincuente de cuello blanco, amigo de malas compañías, estafador o verdugo sexual y expulsarlo del partido, no es propiamente una medida que consagre a quienes operaron la expulsión.

¿Alguien recuerda quién desde el Senado inyectó el fast track para desaforar al entonces senador Jorge Díaz Serrano? Por cierto, el ingeniero nunca presumió ser priista.

¿Expulsaron a René Bejarano del PRD? ¿Por qué la prisa para echar del PRI a Raúl Salinas de Gortari? ¿Por qué mandaron a volar del PAN a Vicente Fox Quesada?

Correr a los militantes distinguidos cuando los desbarrancan sus ambiciones personales y de grupo, o cuando sirven de chivos expiatorios mientras las aguas vuelven a su cauce, se significa como echar carne fresca a la jauría. Porque, resulta que estos militantes crecieron en esos ámbitos de los grupos cerrados, las cúpulas o burbujas del partido, llámese PAN, PRI, PRD o cualquiera del resto que eufemísticamente son denominados “partidos emergentes”.

Tiene razón González Morfín cuando enfatiza en que lo que daña es la impunidad. Y el michoacano tiene tantos elementos para acotar esa frase en estos tiempos en los que siempre se corre el riesgo de aplicar la ley o alzarse justiciero para satisfacer a la multitud que demanda el pellejo de un alto personaje para llevarlo a la hoguera.

Hay impunidad cuando funcionarios del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, pasean riquezas mal habidas y pretenden hacerse del control del PAN con vastos recursos económicos.

Contrastante praxis en el PAN –cuyos prohombres se denuestan sin dañarse y nadie pide prisión para su contrincante– con el PRD y este PRI de Enrique Peña Nieto que no ha esperado un fallo judicial y ha sentenciado a presuntos. Veamos.

Apenas corrían las primeras horas del estallido del affaire Cuauhtémoc Gutiérrez, cuando César Camacho, presidente nacional del PRI, deslindó al partido del escándalo; algo similar ocurrió cuando un juez federal otorgó a la PGR la solicitud de arraigo, por cuarenta días, de Jesús Reyna, ex gobernador interino de Michoacán, bajo la sospecha de vínculos con los Caballeros Templarios.

Y casualmente en abril, pero de 2004, el entonces presidente del CEN del PRD, Leonel Godoy Rangel, se deslindó de las declaraciones de René Bejarano, a la sazón diputado local con licencia, involucrado en aquel video escándalo del que se derivó su alias populi de “El Señor de las Ligas”, cuando fue pillado embolsándose fajos de billetes que le entregó el empresario Carlos Ahumada. Hoy Bejarano vuelve al estrellato. ¿Impunidad?

Además, el año pasado la Comisión Política del PRD acordó exigir a la Auditoría Superior de la Federación castigar a Juan Sabines Guerrero, por el latrocinio que éste cometió como gobernador de Chiapas. Ya no es perredista distinguido, es un pillo de siete suelas.

¿Y los pillos del PAN y del PT y de Movimiento Ciudadano y de…? Lo que daña es la impunidad, sin duda, como refiere González Morfín. Los partidos salen incólumes; asumen el cíclico acto de contrición y los juicios sumarios contra los malos elementos que, casualmente, pasaron años y años en sus filas y nunca dieron de qué hablar. También la omisión y la complicidad son delito. Digo.

MIERCOLES.- Dice Silvano Aureoles Conejo que, en su calidad de diputado, recibió al entonces gobernador interino de Michoacán, Jesús Reyna García. Ahora resulta que no tenían buena relación. Lo dicho: tiempo de deslindes. Conste.

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